martes, 14 de junio de 2016

La leyenda del Cocay

Photinus pyralis Firefly glowing

Hace mucho tiempo había un médico muy querido en el Mayab, el único que curaba toda enfermedad. Cuando iban sus pacientes tomaba una piedra verde en sus manos y susurraba. Eso era suficiente para sanar a cualquiera.

Un día salió a pasear y comenzó a llover. Al correr para protegerse de la lluvia la piedra se le salió del bolsillo. Más tarde cuando iba a una casa para que sanara a un niño, buscó su piedra y no estaba. Quiso ir a por ella, pero pensó que tardaría mucho, así que reunió a varios animales: el venado, la liebre, el zopilote y el cocay. Les dijo: “Necesito su ayuda, perdí mi piedra en el monte y sin ella no puedo curar, quien la encuentre será premiado”.

Y aunque el cocay fue quien más se ocupó de la búsqueda, el venado encontró la piedra, mas no quiso compartirla y se la tragó. Pero en cuanto lo hizo enfermó, le dio un dolor de panza tan fuerte que tuvo que vomitar la piedra y luego huyó asustado.

Mientras tanto, el cocay daba vueltas por el monte revisando todos los rincones aunque los demás animales ya se habían cansado. Era el único buscando hasta que vio en su mente el lugar en que se encontraba la piedra. Voló hacia allí y sintió cómo una luz salía de su cuerpo e iluminaba su camino, fue así que pronto halló la piedra.

-Señor, tenga su piedra -le dijo al médico con su cuerpo encendido-.

-Gracias, cocay. Esa luz que sale de ti es tu recompensa. Desde hoy te acompañará siempre para guiar tu vida.

Todos lo felicitaron, excepto la liebre, que sintió envidia de su luz y quiso robársela. Lo siguió al monte.
-Enséñame tu luz, -le gritó.

El cocay detuvo su vuelo y la liebre le saltó encima. El cocay quedó aplastado y casi no podía respirar cuando la liebre empezó a saltar de un lado a otro pues creía que el cocay se había escapado.

El cocay voló despacio y al verla distraída, voló sobre su frente, y encendió su luz. La liebre se llevó un gran susto porque creyó que le había caído un rayo y ardía en fuego, llegó hasta un cenote y se lanzó al agua. En cuanto saltó, el cocay voló y desde lo alto se rió mucho de la liebre.

Desde entonces, todos los animales respetan al cocay, no vaya a ser que un día los engañe con su luz.

Leyenda maya.

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